Sappho, por Charles Mengin (1877).
Que
me perdone el mundo
y
que me perdonen sus deidades
por
este placer que siento
de
negarme a todo
y
negarme a todos.
Por
beber bruscamente de la libertad
como
quien bebe en directo
de
las manos de una virgen
siempre
ávida de versos.
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