jueves, 28 de abril de 2022

Mi musa es

Cierta clarividencia 

que proviene del costillar de mi voz 

e imanta todo átomo viajero, 

toda célula latiente. 

Es fuselaje de luciérnagas, 

de memorias rasas.

Un raro voltaje de estremecimientos. 

Yo le llamo musa 

a todo lo que me empuja 

a recrear el mundo o a destruirlo

sin esquemas ni bocetos. 

Le llamo musa

al latigazo de rabia

y de éxtasis, 

al diálogo nocturno 

entre el sueño y la palabra. 

Mi musa se baña 

ofreciendo su dorso 

en fuentes de nébula y resina

para volverse 

transparencia de agua,

eclosión de fuego, 

devenir en néctar que me abrasa. 

Ella me consume 

con un deseo caníbal. 

De este modo viene a mí 

para traer

con el cuenco de sus manos 

el flujo de su alquimia

entre los pliegues 

de esa boca oculta suya. 

Reaviva esta vista enferma 

de mundo y de materia. 

Con las piernas al desnudo, 

mitad cubierta por telares, 

me arrulla con redes finas,

transparentes, 

bajo oscuras pantimedias

desgarradas

que abren sus misterios

para infiltrar su savia

entre mi carne. 

Mi musa es el viento, 

la hoja que repudia la rama 

y se entrega a los vacíos.

Mi musa es 

todas las mujeres en una. 

La mujer flor, la mujer árbol, 

la mujer lluvia. 

Mi musa es esa espina

en medio del oráculo, 

una canción

que me envina de versos 

hasta ahogarme.