"La plegaria es la poesia de los pobres."
-Genaro Gonzàlez Licea, Aforismos.
Por Hans Giébe.
Cuando conocí a
Genaro González Licea no imaginé que coincidiéramos tanto en profesión
como en el gusto natural por el aforismo. Su semblante me dio la
impresión de un hombre con mesura, sensible y reservado. Es de las
escasas personas que logra hacer coincidir sus actos con sus palabras.
Dijo que asistiría a la presentación de mi último libro: Los fragmentos
de la revelación, y que se trasladaría desde la capital del país hasta
mi natal Pachuca aquel viernes por la tarde. Pensé que lo decía por mera
amabilidad, como acostumbra la vacua etiqueta, teniendo él un cargo
solemne en la Suprema Corte de Justicia de la Nación haciendo más
preciado su tiempo.
Con gran
sorpresa y agrado nos encontramos el 19 de diciembre del 2014 en la
capital hidalguense. Aún más, me obsequió su libro de Aforismos, a
propósito de la vida y la muerte, la desesperanza y el desencanto humano
(Amarillo Editores, 2008). La comprimida elaboración de reflexiones y
pensamientos mirándose a sí mismos está presente en la totalidad de esta
provechosa obra. El título probablemente hubiera familiarizado con un
ensayo de Schopenhauer, Voltaire o Cioran. Es una abnegada exploración
sobre las ruinas de los modernos. Coincido con el autor de los
Aforismos, en actitud y fondo, en formación académica, en el deleite por
la pintura y una partida de ajedrez, en el desencanto por esta época y
el gusto por la escritura concreta, que elude la pretensión, que cerca
está del uso furtivo de una aseveración o una negación irreductible.
Tenemos afinidad de temas y susceptibilidades, compartimos la afición
por la filosofía y por algunos de sus exponentes. Tendencia a la
expresión breve, expresión que elijo casi de forma automática al momento
de expulsar el pensamiento, sea calmo o sea convulso, sobre el
inmisericorde mutismo de una hoja en blanco.
Los lugares
recurrentes son: la desesperanza, la soledad, la vejez, la miseria, la
política, la pobreza, y, en general, el fin del segundo milenio
enfrascado en una atmósfera de podredumbre y de fracaso humanamente
provocado por nuestra sociedad. Más aún, la amargura de pertenecer a una
época donde cada cosa y criatura se van corrompiendo en una vileza
innata a un destino crudamente hueco y amargo. También estamos ante un
recorrido personal, la andanza de un hombre que se hermana con algunos
de los pensadores y pilares de Occidente con tanta naturalidad como lo
hace con las clases más desvalidas de la masa, esos que siguen siendo
ultrajados por una modernidad estéril.
Dice González
Licea, como muestra de su honesta gratitud a los filósofos: “Antes me
adhería a las palabras, a las ideas, como un niño al pecho de su madre.
Así escondía mi inseguridad.” Esta “inseguridad” quizá no haya
consistido más que en el trayecto de la toma de conciencia. Utilizamos a
los filósofos a través de sus obras como una ubre a la que nos
aferramos por años, un trozo de carne goteando instrucciones y recetas,
esa protuberancia mamaria que nos ciñe sin dejarnos caer de golpe. Pero
llega el momento en que uno se encuentra vulnerable ante el atisbo de
una verdad directa, y, ciertamente, se descubre la vertiginosa oscuridad
de una existencia brutalizada por nosotros mismos, por nuestra
deplorable historia.
Hay en el
libro de Aforismos cierta influencia que persiste o, mejor dicho, que no
puede morir a pesar de tantísimas interpretaciones. El autor demuestra
su predilección por los clásicos, anotando alguna que otra aseveración
propia o escribiendo una paráfrasis ajena, como en el caso de Heráclito:
“En el universo lo único perdurable es lo que no perdura”. Y en otro
aforismo intuye el estilo de un Heidegger: “El ser nos permite buscar,
soñar, amar, vivir. El no ser es una loza que sepulta.”
Después de la
página 151 se descubren un par de ensayos que contrastan en magnitud de
espacio, pero no en sustancia, con la brevedad de los aforismos que los
anteceden. Hay un análisis que raya en lo psicológico de esa novela
estremecedora que Stefan Zweig le dedicó a Una partida de ajedrez, y
finaliza el libro con un texto imperdible Sobre los pintores. González
Licea arroja una crítica a su tiempo, más todavía, arroja su
conmiseración por el hombre cosificado en sus tecnologías y su doliente
rutina de bestia moderna. Hace un vaticinio demasiado cercano a los que
nos ha tocado inaugurar este nuevo milenio de interminables copias sin
talento y del cual espero sustraerme: “En este siglo abundarán las
larvas literarias, la rutina.”
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Hans Giébe,
nació en la ciudad de Pachuca en la década de los ochenta. Han sido
publicados algunos escritos en la ciudad de Amsterdam (2012) donde
también participó en exposiciones plásticas. Un poema de largo aliento
fue concebido en Paris titulado Evocación al Silencio (2013), 1001
Soliloquios (2014), y, recientemente, Los Fragmentos de la Revelación
(2014). Administra el sitio virtual llamado 'The Seventh Verb' donde
escribe periódicamente textos de diversa índole en los idiomas inglés y
español / Contacto: vozabisal@gmail.com