miércoles, 31 de julio de 2019

SE ADHIERE A LO INVISIBLE

A Irma Campero

Un memoriam

 

 

Amiga,

al invocar la poesía

tu corazón timbraba suave,

logrando asomarse

a la altura de tus labios.

La voluntad centrifuga del haz,

apenas visible, 

goteaba de tu iris con secreta nostalgia

y dolores que jamás abrieron la compuerta

de la confesión.

Sólo alegría para la vida

y amistad para las amistades,

sólo frutos nos dejabas ver en tu sonrisa,

sin morder el nudo tieso de la seda

trabada bajo la lengua.

El filo sobrehumano de tu voz

que se distanciaba del metal,

a pesar de haber recorrido medio siglo

apoyada con duros cetros

y sobre ese par de  aros relucientes

de perfecta hechura,

trasladaba no sólo tu cuerpo

adormilado desde niña

sino además infatigables rezos.

Como si fuera un timbal tu verso hiriente,

saliendo de su pregonar andante,

sin perder el mínimo gramaje de tu fe

por llegar a ser una tierna madre.

Aprendí el orden correcto,

la vuelta a la circunferencia fría del aluminio, 

el revoloteo de un sillar girante

para ir a los recitales pueblerinos.

El altavoz natural de tu boca paralizaba al auditorio.

Amiga,

¿cuántos de tus versos dedicaste a la orfandad

que al borde de la inanición

deambula por las calles de Pachuca?

¿cuántos de tus versos dedicaste a los niños

que abrazabas con el viento de tus ojos?

El poeta es una orquídea,

que ha crecido para contrastar con su belleza

y reflejar entre sus pétalos algunas espigas solares

en medio de un campo monótono de trigo.

Y ahora, que debemos cultivar otro tipo de amistad,

mucho más duradera,

amistad que tiene la hoja de otoño

con la araña para cubrirla de la lluvia.

Esa araña ha albergado una mariposa azul

para la velada de la noche siguiente.

Flor ligera a la que no le cortaron

sus voluptuosas alas.

Nuestra amistad navega en un oleaje estelar

mirando a los de abajo,

a tanto párpado cerrado

y a un harapiento tragafuegos

que creció sin madre

pero que de único padre ha tenido al fuego

que aventura su llama a lo celeste.

Esa solemnidad yo la retribuyó

a los pájaros cantantes.

Esa soledad poco comprendida, pero hermosa.

Savia que no se coagula, 

borbotón eléctrico que aluza la oscuridad

en reposo profundo.

Que azula el vacío constante

que deja el rastro de mis venas.

Corre por los cauces de la hiedra,

sangre imaginaria siguiendo las filigranas

de minerales en cada basalto erguido.

El hábito tirano de la nominación evoca,

es animismo y anima sin cuartel las cosas ausentes,

como niños platicando con juguetes,

donde el ojo humano se adhiere a lo invisible.

Un rostro similar al tuyo veo en los pasadizos,

¿acaso es poeta esa otra mujer,

o el poeta es el viento que ejerce sus delirios?

Hace mucho que una luz se acurruca a mi costado.

Y aunque llegue la noche, esa luz palpita sosegada, angulosa.

Amiga,

yo acuso, yo señalo, yo aborrezco

a toda noche que se propaga sin señal alguna

de límpida amistad.