martes, 28 de diciembre de 2021

Los abandonados


Ciudad de México, 

entro y salgo herido de tu vientre.

En tus venas saturadas

todos somos un obstáculo, 

benditos o malogrados de tu urbe. 

¿Adónde pasarán la noche

los abandonados? 

¿Bajo qué láminas piadosas

refugiarán su dulce rostro?  

Nunca el sol

ha repudiado la mejilla

de ningún huérfano en harapos. 

Jamás dejará

que los goznes en penumbra 

les trituren sus falanges.

La nube incandescente 

les regalará una ostia de maíz

y el profundo sueño del cansancio, 

más un par de luciérnagas ajenas

bajo un árbol de Belén 

que en las casas se deseca. 

Los niños ricos implorarán en la cena 

por espectros y otras sombras,   

por esos que nadie los musita. 

No me avergüenza escribir 

o callar en su presencia. 

El lenguaje 

ya no me es indispensable. 

Su ímpetu estelar, quizá. 

Los ecos de la sangre, 

granulados de una sal antigua, 

suenan como quien le acerca 

un vaso con agua, al ras,

a esos que cruzan sonámbulos 

frente a nuestros ojos.