Zambullirse en otro mundo,
en la superficie acuosa
de otro limbo.
Enhebrar dos planos interpuestos,
como espejos.
Que de frente,
al mirarse vacíos,
se reflejan
tan sólo como son:
con franqueza y con terror,
aparentando lo nulo.
Hoy he orquestado la derrota
de una letra disonante.
¡Búscame sol!
¡Que yo soy
quien otorga verificable brillo
a lo inmortal!
Ese resplandor mío hace daño,
trastorna.
Apenas rozo mi pie sobre la tierra
y comienza
la transfiguración de la materia
con el simple balbuceo
de una sola de mis letras.