Un gorrión oculto
nos observa entre la malva.
Si uno fuera transparencia,
lo real nos parecería etéreo
como un ala de ventisca.
Así,
treparíamos andamios
de alto voltaje
hacia diáfanas alturas
al otro lado de los muros
donde está lo incognoscible.
Cantando
y apegados al trino de la muerte,
dejaremos que el sol
transparente los trigos
y nos colme
con el esplendor de sus dedos
hechos de luz.
Nosotros,
con la pluma como cetro
lo aniquilaremos todo
con tan solo esbozarlo.
Abrazaremos al lirio por el tallo
que apenas asoma su loto
sobre el agua
para heredar un vasto reino
sostenido por cañaverales
y juncos quebradizos.
Muy cerca,
imperios de humo levantados
por voces que se arremolinan en los caseríos
de grisácea mansedumbre
se erigirán para anidarnos.
Un gorrión oculto nos observa
y nos consuela.