Vuelo supraceleste
que
innumerables veces la locura
por
musa confundió
al
rodear el nido abandonado.
Surqué
fugaz y dócil sobre el aire,
aire
en la roja arteria
de
cárcamos solares
sobrepuestos
en astillas relucientes.
Descendió
un ave rica, esplendorosa
para
incrustar su pluma
en
la vértebra y el hueso
que
entre ignotas estrellas espumaron
con
rabia anochecida.
En
ese cruel momento,
dejaba
de temblar su fuselaje
de
timbrantes agonías,
paralizando
el ansia de moler
su
indómito apetito.
Cautiva
por grilletes
se
acostumbró a las pulcras vacuidades.
Horror
es el vacío.
Tan
maldito ese inhóspito lugar
coronado
de garfios
con
su filo de angular ambivalencia.
¡Profanos
vaticinios!
Enjaulados
en el cemento habitan
heraldos
en olandas
y
un grifo altivo de mirada fija.
Descansará
en su garra majestuosa
nuestra
perpetuidad indefinida
de
aquella sanguijuela interna, siempre
bondad
adormilada
vivípara
malicia.