A mi hermano Michel, el oráculo
Entre
el vapor y la memoria
me
dijiste que no olvidara
cuando
me bañaba en los pasillos
de
aquella casa amarilla bajo el zapote,
donde
había un jabón rosado
con
su cuadratura fugaz,
después
de jugar con el barro
en
el riachuelo de la calle.
Que
sería poeta
y
que mis versos serían aguijones.
Que
debía sumergirme
en
la ebullición de las aguas
y
los manantiales para sanarme.
Que
mi color sería el rojo
como
el vanadio latiente y el ocaso.
Que
al sustraerme de la realidad
estarías
allí para traerme.
Que
no regalara mis estrofas
ni
arrojara perlas al lodazal de los otros.
Que
alguien más vendría tras de mí
para
reemplazar los horizontes.
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