A Pablo Sánchez, gurú del jazz
Elixir
es la música,
un
diente de ajo tostado por cena
y
una canción sobre la mesa bastan
para
un cigarro consumido en sí.
Coltrane,
Sanders y Miles
trompeta
y brioso sax
que
su dolor gustoso los digita
al
dulce sorbo del mezcal ahumado
entre
vasos en vela consumados
en
crucecitas de acidez variada,
cuya
transparencia vitral del ojo
rumor
de palabra es.
Se
arrastra en pergaminos y papeles.
de
corcheas y claves anodinas
que
expanden con su rima
terrazas
alumbradas.
Lianas
de neón en esas ventanas.
Lianas
son, floripondios en racimos
abajo
en mi almohada
que
habrán de apaciguar el griterío
de
una urbe ennegrecida.
Suicidas
grises, en andenes van.
Suicidas
negros en vagones vienen.
Dorados
candelabros y el voltaje,
es
un desvanecedero aquel viaje
en
la valva que el gran gusano aplasta.
Mi
único exceso ha sido
dejar
que me posea bien la noche,
con
toda su vehemencia
y
toda su manía.
Además
de su causal poesía,
el
rayo curvo que chispea adentro
y
apenas acaricia el manso viento
prensado
en el metal.
A
algunos los calcina
mas
a otros los eleva,
para
degustar esas notas grises
de
indómito magneto,
que
acaso sea ungüento,
de
música y consuelo
para
aliviar al sol que llevo dentro
agusanado
y triste
uno
a uno entre mis huesos.
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