El
espejo te mira
con
su óvalo perfecto.
Te
conoce
porque
también contempla
lo
que no percibes.
Tiene
un rebozo
para
cargar tus soledades,
y
en su rostro,
arrugas
de arena lo surcan.
¿Quién
puede mirarse
sin
ayuda de una máscara?
Somos
el aliento
que
empaña la verdad
con
las mieles ilusorias
del
cualquier reflejo.
Humo
batido de silencio,
dos
instantes
de
felicidad a escala.
Belleza
previa al ahogamiento
de
un hermoso solitario
que
por fin logró
enamorarse
de sí mismo.
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