martes, 21 de octubre de 2025

UN JAZMÍN


Ardió

junto a la carne de la noche

en un rincón de la creación. 

Ardieron sus párpados

como aerolitos

al rielar en sus pestañas

un cabello 

teñido de estrellas,

de ébano y equinoccios.


Había algo de perpetuo 

en sus dedos,

mismos que pasaba distraídos 

en la abertura primordial

de un jazmín ardiente,

retractilado,

custodio de la blancura 

de sus ojos.  


Un lunar,

próximo a su muslo,

era una monera 

hacia el descenso.

Ninguna flor en agonía,

ni sus tallos resecos,

yo le quise tributar.


Se fue con la espuma 

que mi soledad resopla,

sin anhelar otra cosa

que el tamborileo

entre mis venas,

porque las ausencias

pesan,

pesan,

pasan.