No arrojes tus poemas a los cerdos,
pues así como te juzgan
tú dialogas con la eternidad.
Así de insignificante como te ven,
una flama prometeica te envuelve
y en el suelo o en la pared
embarras el dorado de tu esencia.
No arrojes tus poemas a los cerdos.
Para intercambiar poemarios con tus pares,
así hayan sido escritos
en papel estraza
y unidos con dos grapas
con manchas de café.
No arrojes tus poemas a los cerdos.
Maldice a todos
los que no se han enamorado con poesía,
porque no entienden tu dolor.
No arrojes tus poemas a los cerdos,
pues son bolitas afrutadas
con su redondez de uva
abierta con el filo de los icebergs,
No arrojes tus poemas a los cerdos
ni su belleza que resguardan,
pues se te han dado en comodato
con la geometría y otras perfecciones,
un prisma empotrado en el silicio
y su arte de lo "non finito".
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