A la luz
le nacieron alas,
antenas glamurosas
que perciben holocaustos
y una herradura diminuta
que se cierra
ante la lluvia ennegrecida
por tanta ira acumulada.
Una luciérnaga
que roza mi cabello,
presintió el hastío
anegado entre los juncos.
Profunda en su aleteo,
como una veladora etérea,
está dispuesta
a devorar lo oscuro
para contrastar la noche
con su titilate ronroneo.
Luciérnaga que violas
lo imperturbable
lo indecible,
el silencio de la calma.
Inseminas caracoles
en busca del otoño por venir.
Diminuto led,
ingrávido relámpago
atrapado tras el voltio
de una glándula.
Fluorescencia a parpadeos,
luciérnaga bendita,
milagro de los cielos
hecho insectívora centella
de cegadora euforia
contra mis raídas cuitas.
Cuando me vaya,
vendrá por mí
una peregrinación de luces
que confundiré con hadas.
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