El hollin de una sombra
espolvorea
el librero que dormita
y resguarda como tumba
a cierto mirasol ardiente
disecado entre las páginas.
La rojez de mi aliento
con su vapor consume
el fósil de una sílaba
que subraya el pie de la lectura.
Sanguíneo el engranaje es
de un hongo dentro mío que palpita
empujando a los actores.
Hojeo un libro de pasta antigua,
a corazón abierto,
alimento su potente caldera
de insinuado hierro,
que si quiere avanza
por los surcos de los llanos
o si quiere abre
los rieles de una carne femenina.
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