Cuando el furioso viento timbra y danza
una cortina de carrizo se abre
y en esa puerta de bambú se corre
el recuerdo de una silueta blanca.
Con verdes hojitas el árbol cubre
un corazón de clorofila y fronda
largo vegetal que en pistilo ronda
la choza frugal de un cansado pobre.
Rosa la brizna los huecos timbales.
Así duerme la flauta en cada tallo
siendo arrullada por cañaverales.
Selva adentro, aletea un guacamayo,
tejen
su ritual seres boreales.
Labrarán al hombre al cantar el gallo.
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