miércoles, 10 de septiembre de 2014

La fugacidad de la reflexión (1001 Soliloquios)

Comunidad y Cultura Local
La fugacidad de la reflexión

Hans Giébe presentando sus 1001 Soliloquios.

Foto: Erwin Reyes / El Sol de Hidalgo.
El Sol de Hidalgo
10 de septiembre de 2014


Pachuca, Hidalgo.- Es el conocimiento de todo lector que hay aforismos de una hermosura incomparable con la firma de pensadores como el divino Pascal, Erasmo de Rotterdan, La Rochefoucault, G.C. Lichtenberg, Diderot, Nietzsche, Kierkegaard, Canetti, Lautréamont, Kakfa, Cioran o en el reservado, pero no así menos lúcido, Julio Torri.

Todos ellos iniciados en esta sintética forma de expresión creada por aquel médico que estaba interesado por algo más que solamente antídotos y ungüentos: Hipócrates. Quizá la mayor parte de esta forma literaria ha sido basada en cierta medida imitando el estilo proverbial del Antiguo Testamento, y, me atreveré a decirlo, en la práctica popular de la paremiología (refranes) que es lúdicamente recitada en todas las regiones del planeta con el toque propio de cada cultura, elevando a apotegmas universales su propia manera de entender la realidad del mundo.

No obstante, y tomando su lógica expresión, un soliloquio es un desgarramiento reflexivo de una confesión que profundiza en pasajes personalísimos de una existencia integral. Es un apunte instantáneo que captura la fugacidad de la reflexión, a veces, tan simplificada como un dicho popular; otras, como una aserción cínica y oportuna que en ocasiones es tan complejamente filosófica que llega a extenderse por más de una línea, como en el caso de los Fragmentos de Heráclito, un metro de Boecio, un proverb de William Blake o un parágrafo del Tractatus Logico Philosoficus de Wittgenstein. Atrevimiento el mío que sobrepasa la capacidad de mis facultades, si es que las tengo, de un ejercicio meditativo que busca depurar el espacio que corresponde al momento de usar la palabra y encerrar en una grafía concreta, escrita e impresa, las abstracciones que hacemos día con día.

Quien de soslayo o con un hastío tras de sí hurgue mis siguientes Soliloquios, le pido encarecidamente no olvide que fueron macerados con el suave dolor y la dicha fugaz que anhelaron redimirse en una sola voz repleta de esa sed inextinguible por deshebrar el enigma de la vida.

Partimos de que esto que está escribiendo es un yo, y esta abertura, lector estimado, será nuestro génesis metafísico.

                                                                                      -Hans G.

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