Ten cuidado con el último
fragmento
de pureza que te queda.
No lo pierdas.
Lo necesitarás para negociar
con los otros
esa escasa humanidad
que aún te sigue.
¿Recuerdas cuando las
palabras valían
y los besos eran tímidas
caricias?
Esos tiempos no regresarán.
Ya no somos ni siquiera
lo que otrora describimos
con infantil orgullo y
decadencia
en los gruesos volúmenes de
historia.
La fotografía
que tanto te complacía
bordear con los dedos
frente a tus vívidos ojos,
se oxida,
se descascara lento, cruje,
se rompe.
Se difumina
la poca autenticidad de tu
nombre.
Eres uno más de esos
salvajes modernos,
uno más de los que el pasado
anhela
y la sencillez de un corazón
honesto,
los frutos dulces de la
amistad sincera
o un amanecer de alegres
vanaglorias.
La nostalgia
por los sentires auténticos
te inunda.
Tienes sed de ti mismo.
Tu último fragmento de
pureza
se escurre con la arena de
tu rostro.
No tendrás nada para
negociar
más que tu sombra.
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