En el vagón
una mujer pelirroja,
bajita, de pupila ardiente,
quizás el diablo.
Enjuto y con sombrero
un anciano en los andenes,
quizás el diablo.
Un bebé siendo amamantado,
inmóvil, expectativo de mí,
quizás el diablo.
No sé cuántas veces
se me habrá presentado
esa bestia carmesí
mirándome insistente.
Lanzando
sus acertijos de presencia
para interpelar a los caídos.
Impostor astuto,
con disfraz de barrendero,
de político o mendigo,
de mucama o de banquero
en el intercambio chispeante
de una brasa en la mirada.