domingo, 30 de junio de 2019

Al frívolo latido


A tu pose estoy atento,
a la maquillada imagen
en cinco pulgadas de leds.
Al pulgar de sangre azul
para engordar las vanidades.
Sigo tu burda sonrisa,
la pretensión ociosa de tus labios
que esconden el esqueleto de la Hidra
en una foto truculenta.
Labios que muestran su tersura soporosa
su descarnamiento
en los minutos y las horas
reventadas en la pantalla.
Porque idolatramos las apariencias,
el músculo ceroso con la zapatilla límpida
cobijada por unas medias rotas.
La barba repleta de ácaros
demarcando su tenue territorio.
El labial escurriendo
bajo los roseabundos colores
de tu postiza cabellera.
Adoramos esta época siniestra.
La idolatramos más que nunca,
ansiamos ser idolatrados.
Entre más pulida esté
la caricatura infame de nuestra imagen
reviramos diariamente ante el espejo.
Nos sentimos reyes y doncellas
pero en vez de reinos hay basureros,
castillos sustitutos, termiteros de estiércol,
no de cartas, sino de plásticos raídos.
Recorremos
la alfombra de la podredumbre interna.
Nos miran, se llevan la mano a la boca,
abren más sus ojos, cuchichean.
Nos miran en la pulcra pasarela,
pero son otros cadáveres que miran
y que aplauden.
Es hermoso este mundo decadente.
Frívolo y fantástico,
justo hecho a nuestra imagen.

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