
Virtud y mérito
por Hans Giébe
El origen de la corrupción
Hay corrupción desde que se altera el
lenguaje, y, por ende, las acciones que se esperaban fueran acordes a la esencia
original de las palabras que las impulsan. "Corrupción" proviene
etimológicamente del latín corruptio
que es la acción y efecto de destruir o alterar globalmente por putrefacción;
también la acción de dañar, sobornar o pervertir a alguien. Se compone del
prefijo con- (junto, globalmente) que
cambia a cor- por asimilación, cuando
está junto a una raíz que empieza con r-.
Corromper es alterar y trastornar la
forma de alguna cosa. Significa literalmente "echar a perder".
Luego, todo lo que es susceptible de echarse a perder es corruptible y toda
acción que de un modo u otro echa a perder es corrupción.
El lenguaje es lo primero que se
pervierte, lo primero que corrompemos. Desde la niñez, el ser humano está
dispuesto a corromper el sentido de sus palabras para proteger alguna acción
indebida, o simplemente para alejarse del sentimiento de culpa. Este tipo de
corrupción del lenguaje, es decir, la alteración de las palabras conforme a su
sentido original, la conocemos comúnmente como mentira. La insanidad con la que
actúan algunos políticos en sus discursos, la manera de corromper su lenguaje
se ha ido puliendo a través de la historia. Los grandes oradores, si
empezáramos a computar desde Demóstenes en Atenas, intentan no dirigirse con la
verdad, pues para eso están los filósofos, sino dirigirse a la emotividad de la
mayoría de sus receptores. Un discurso puede recaer en el trato de un tema
insignificante, pueril, sin la menor trascendencia para quien lo escucha, pero
la manera en cómo se habrán de administrar las palabras en los oídos del
público, ese trato meloso y emotivo es lo que anhela toda persona al escuchar a
alguien.
Puestas las directrices que debe cubrir
un discurso, la exposición de la verdad queda en un segundo término. Entonces
es cuando entra la corrupción del lenguaje para cubrir los fines. Incluso los
lapsos de silencio son utilizados en muchas ocasiones para llevar un trato
emocional con “el pueblo” lo más llevadero posible, o cobardemente para evadir
la responsabilidad. Pero, ¿qué impulsa a la corrupción del lenguaje? En primer
término, la polución de la ignorancia. Es un efecto de autoconservación y
evasión de responsabilidades. El propósito de corromper el lenguaje es simple:
proteger los intereses individuales por sobre los sociales. Un niño miente,
corrompe el lenguaje, en vez de decir “yo rompí el plato”, prefiere decir “fue
culpa del gato y él lo rompió”. Así se escapa de una responsabilidad, se alivia
la carga, se evaden las consecuencias.
Las clases vulnerables, los de abajo,
los olvidados, los pobres, debido a la precariedad de vida que deben soportar,
son algunos de los que se alejan del sentido propio del lenguaje, lo deforman,
hacen resaltar su manejo trastornado de las palabras como si fuera una virtud,
hacen concursos de albures, si van a ver el futbol al estadio arrojan
improperios en ese mar de emociones colectivas. En vez de decir que un mexicano
es inteligente, exitoso, destacado, loable, en México decimos que es un
“chingón”. Hay corrupción del lenguaje, hay, sin duda, una alteración del
significado de las palabras a modo de la tiranía de las emociones, son
impositivas, viles, carniceras.
Lo que hay detrás de toda corrupción es
la alteración de los valores y principios. Siendo que tenemos un orden, ya sea
natural o artificial (la norma jurídica), nos inclinamos a accionar de la manera
más conveniente y convincente para nuestra codicia y nuestro egoísmo. Es
válido, sí, pero en una jauría de hienas, mas no en una civilización.
Algunos políticos van más allá, pues es
a través del discurso que introducen la corrupción del lenguaje. El pueblo le
cree cada mentira, lo ovaciona y le da cargos públicos legitimándolos vía
elecciones. Y después actúa de la forma más deleznable posible. No roban joyas,
autos, no violan, no asesinan, pero sí cometen “peculado” (que es lo mismo que
robar pero en gran escala), comenten “enriquecimiento ilícito” (que es lo mismo
que robar pero desde el escritorio), cometen “concusión” (que es lo mismo que
robar pero abusando de la posición del cargo.
El origen de la corrupción está en el ser
humano. La flexibilidad moral lo protege de cometer cuanto ilícito le sea
posible corrompiendo el lenguaje, desde las leyes. La distorsión del lenguaje
lo hacen a modo para escapar de la responsabilidad, para encubrir el crimen y
protegerse con la impunidad.
Todo presidente en México, magistrados y
ministros y demás funcionarios, deben pronunciar estas palabras solemnes según
los artículos 87 y 97 de la Constitución de 1917: “Protesto guardar y hacer guardar
la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de
ella emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Presidente de la
República que el pueblo me ha conferido, mirando en todo por el bien y
prosperidad de la Unión; y si así no lo hiciere que la Nación me lo demande.”
No ha habido día en que la nación no les
ha demandado a cada funcionario que ha fallado en su cargo y sus funciones
por el
bien y prosperidad de la Unión, y simplemente ellos no actuarán patrióticamente
y no guardarán el sentido justo de la ley aunque lo hayan jurado. Sus palabras
no tienen valor… seguirán corrompiendo sus principios y la naturaleza justa de
las leyes, lesionarán a su pueblo defendiendo como hienas sus propios intereses.
Son comerciantes, actores, negociadores, empresarios, pero no patriotas.
-H. G.