viernes, 6 de marzo de 2015

ME VIENE DE PRONTO TU NOMBRE

Che, testificamos tus nupcias en Tepotzotlán,

cuando nuestra bienamada tierra te unió con Hilda Gadea.

Un colibrí, numen de la guerra, te coronó de soles

antes de elegir un bando en la perpetua lucha libertaria.

La selva del sur te obsequió un jaguar como guía

y un quetzal que bajaría del cielo con oráculos.

México te crió revolucionario, Che, no lo olvides.

Sus noches de luna con su gesta de luz te cobijaron.

Desde entonces, como hoy, el festín de los despojos

que deja la codicia esparce su terror grandilocuente.

La serenidad de la hierba se perturbó de tanta opresión

y se enroscaba tiritando de infinitos, de pus nocturna,

de ojivas de capitales en los bancos y mercados.

América aún te necesita, Ernesto Che Guevara.

La verdad sepultará al avaro, la codiciosa bestia,

a sus carcajadas y a todos sus adeptos que le aplauden.

Sepultará sus toscos cuerpos que se beberá el olvido.

Cercenará sus cabezas, terrones diluidos en la boca de la nada.

Che, tu soñaste a párpado abierto sin temores cotidianos,

nunca extraviaste el fuego que trozaría nuestras cadenas.

Salimos de la cueva, donde las hienas danzan como sombras,

con sus gobiernos que se ufanan de explotar a los obreros

y pisar los cadáveres de sus hijos, con la garra de su pata 

sobre el frágil cuello, y la otra pata, sobre el vientre infante.

Era momento de abolir los pedestales, tú lo sabías Che.

De nuevo, el vapor de un sol pequeñito dentro mío,

de ciertos encantos de igualdad, viene a mi brasa 

y se deja caer a manera de lluvia en escarlatas relucientes.

Exalto de la vid fraterna que pasamos de boca en boca

como el canto continuo de lenguajes sumerios, antiguos.

Y me viene de pronto tu nombre a la memoria:

Che Guevara de la Serna.