Estuvo
con nosotros
el
apacible aliento del bosque,
la
niebla,
los
cristales líquidos del cielo,
la
lluvia.
Árbol
tras árbol en custodia,
velando
nuestros
muslos al desnudo,
nuestra
cara hecha una.
Como
hoja frente al viento
temblaban
tus párpados,
recorriendo
una
tumba inmemorial.
No
había pájaros,
estábamos
nosotros solos,
flotando
con
el aroma a tierra dulce,
frotando
nuestros
labios.
Sí,
unos
labios saturados
de
llorosas alegrías.