Qué
sol tan melancólico
se
posa ya en tu párpado,
viento
que arremolina
atado
a tus oídos.
¡Cuánta
vastedad hay
detrás
de aquellas nubes
de
ingrávida semilla!
Sus
espinas de luz,
traslúcido
cabello,
ociosa
evanescencia,
figuración
acaso
detrás
de los castillos
de
ese rubor flotante
donde
hartos se doblegan
en
lúgubres campanas
y
el magma evaporando
en
caireles de ilusión.
La
sangre borbotante
embarrada
en la cúspide
de
rojas transparencias
diluyendo
su escarcha
penetrando
a los vivos
sin
pudor.
Quizá
las olas vuelvan
del
mar algodonado
sus
vastas cordilleras
mirando
hacia la tierra
y
toquen nuestros pies.