Paseabas nostalgias
tomando
de la mano
a
tu más preciosa memoria,
cuando
niña,
cuando
pura,
para
juntas recorrer
el
doblez de la blancura
en
adormecido silencio
como
suspendida
entre
las negras
cavidades
de las horas.
Cosechando
restos
de cristales
de
lo que fuiste
y
lo que soñabas.
¿Para
qué despertar?
si
la inocencia de tus ojos
se
volvió una huella.
Cerrados
miran
tan
iluminados
sobre
pliegues
y
dunas de seda.
Caminaremos
En
esos desiertos
hartos
de amores olvidados.
Abre
tu mano,
entrelázame,
pero
no despiertes
para
mí
ni
para nadie.