El
erotismo empieza
tras
nuestros ojos.
Piel
ardiendo,
introducción
dactilar
en
el labio mojado de lascivia,
cadera,
boca abierta,
ávida
de carne.
Un
fuego ventral
hay
tras de mi abdomen
que
nunca he podido contener.
Crece
y no hallo lugar para clavarlo.
Este
derrumbamiento
de
la saliva y del cuerpo,
que
succiona la humedad
de
otro cuerpo
para
desprenderse
de
la innúmera semilla.
Al
desnudo,
toda
figura seduce,
incluso
la arcana.
La
fémina vianda
será
pecado impostergable.
Jamás
encontraremos
la negación
contra
el voraz tirano.
Jamás
nos podremos librar
de
su virilidad y su vudú.
Jamás
eludiremos
su poderoso encanto
por
grotesco que parezca,
por
simple y animal.
Entrar,
salir, entrar, salir.
Un
imperio
de
carbonizado deseo
se
reduce a un tedioso ir y venir,
olvidadizo,
y por eso mismo,
apetecible.
Mujer,
no
hay quien sea más venerable
* * *
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