En tren me iré
con su retumbar de hierro
cuyo carbonista corazón
se evapora en éxtasis y gozo.
Me cubrirá su herrumbre,
si no se le adelanta el viento,
con su cascabillo resonante.
En la tatuada piel de mi libreta
versificaré la ondulación
de sus vapores
y en cada vagón errabundo
con sus innúmeros durmientes
entonaré mis cánticos humeantes.
En tren me iré
al encuentro
con los deliciosos óleos de su cuerpo,
porque si de sufrimiento se trata
este juego del ocioso devenir,
prefiero adormecerme
con el resquemor
de una cintura viajera.
Arrojar mis anhelos
en las encurvadas vías
o hacia la nada,
me da igual.
Ser un errabundo mendicante
que nada espera del futuro,
porque en cada manera
tan rudimentaria del decir,
sin el decir sonoro,
retumba mi único deseo
para atravesar fronteras.
En tren nos iremos
a la cita con el horizonte.
Foto: Hans Giébe en la Locomotora Niágara, número 2308, en la antigua estación del ferrocarril El Mexicano, en Pachuca, inaugurada en 1883.
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