lunes, 11 de septiembre de 2017

El origen de la corrupción

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Virtud y mérito
                   por Hans Giébe

El origen de la corrupción
         

Hay corrupción desde que se altera el lenguaje, y, por ende, las acciones que se esperaban fueran acordes a la esencia original de las palabras que las impulsan. "Corrupción" proviene etimológicamente del latín corruptio que es la acción y efecto de destruir o alterar globalmente por putrefacción; también la acción de dañar, sobornar o pervertir a alguien. Se compone del prefijo con- (junto, globalmente) que cambia a cor- por asimilación, cuando está junto a una raíz que empieza con r-. Corromper es alterar y trastornar la forma de alguna cosa. Significa literalmente "echar a perder". Luego, todo lo que es susceptible de echarse a perder es corruptible y toda acción que de un modo u otro echa a perder es corrupción.
      El lenguaje es lo primero que se pervierte, lo primero que corrompemos. Desde la niñez, el ser humano está dispuesto a corromper el sentido de sus palabras para proteger alguna acción indebida, o simplemente para alejarse del sentimiento de culpa. Este tipo de corrupción del lenguaje, es decir, la alteración de las palabras conforme a su sentido original, la conocemos comúnmente como mentira. La insanidad con la que actúan algunos políticos en sus discursos, la manera de corromper su lenguaje se ha ido puliendo a través de la historia. Los grandes oradores, si empezáramos a computar desde Demóstenes en Atenas, intentan no dirigirse con la verdad, pues para eso están los filósofos, sino dirigirse a la emotividad de la mayoría de sus receptores. Un discurso puede recaer en el trato de un tema insignificante, pueril, sin la menor trascendencia para quien lo escucha, pero la manera en cómo se habrán de administrar las palabras en los oídos del público, ese trato meloso y emotivo es lo que anhela toda persona al escuchar a alguien.
      Puestas las directrices que debe cubrir un discurso, la exposición de la verdad queda en un segundo término. Entonces es cuando entra la corrupción del lenguaje para cubrir los fines. Incluso los lapsos de silencio son utilizados en muchas ocasiones para llevar un trato emocional con “el pueblo” lo más llevadero posible, o cobardemente para evadir la responsabilidad. Pero, ¿qué impulsa a la corrupción del lenguaje? En primer término, la polución de la ignorancia. Es un efecto de autoconservación y evasión de responsabilidades. El propósito de corromper el lenguaje es simple: proteger los intereses individuales por sobre los sociales. Un niño miente, corrompe el lenguaje, en vez de decir “yo rompí el plato”, prefiere decir “fue culpa del gato y él lo rompió”. Así se escapa de una responsabilidad, se alivia la carga, se evaden las consecuencias.
       Las clases vulnerables, los de abajo, los olvidados, los pobres, debido a la precariedad de vida que deben soportar, son algunos de los que se alejan del sentido propio del lenguaje, lo deforman, hacen resaltar su manejo trastornado de las palabras como si fuera una virtud, hacen concursos de albures, si van a ver el futbol al estadio arrojan improperios en ese mar de emociones colectivas. En vez de decir que un mexicano es inteligente, exitoso, destacado, loable, en México decimos que es un “chingón”. Hay corrupción del lenguaje, hay, sin duda, una alteración del significado de las palabras a modo de la tiranía de las emociones, son impositivas, viles, carniceras.
      Lo que hay detrás de toda corrupción es la alteración de los valores y principios. Siendo que tenemos un orden, ya sea natural o artificial (la norma jurídica), nos inclinamos a accionar de la manera más conveniente y convincente para nuestra codicia y nuestro egoísmo. Es válido, sí, pero en una jauría de hienas, mas no en una civilización.
       Algunos políticos van más allá, pues es a través del discurso que introducen la corrupción del lenguaje. El pueblo le cree cada mentira, lo ovaciona y le da cargos públicos legitimándolos vía elecciones. Y después actúa de la forma más deleznable posible. No roban joyas, autos, no violan, no asesinan, pero sí cometen “peculado” (que es lo mismo que robar pero en gran escala), comenten “enriquecimiento ilícito” (que es lo mismo que robar pero desde el escritorio), cometen “concusión” (que es lo mismo que robar pero abusando de la posición del cargo.
      El origen de la corrupción está en el ser humano. La flexibilidad moral lo protege de cometer cuanto ilícito le sea posible corrompiendo el lenguaje, desde las leyes. La distorsión del lenguaje lo hacen a modo para escapar de la responsabilidad, para encubrir el crimen y protegerse con la impunidad.
      Todo presidente en México, magistrados y ministros y demás funcionarios, deben pronunciar estas palabras solemnes según los artículos 87 y 97 de la Constitución de 1917: “Protesto guardar y hacer  guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Presidente de la República que el pueblo me ha conferido, mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión; y si así no lo hiciere que la Nación me lo demande.”     

     No ha habido día en que la nación no les ha demandado a cada funcionario que ha fallado en su cargo y sus funciones por el bien y prosperidad de la Unión, y simplemente ellos no actuarán patrióticamente y no guardarán el sentido justo de la ley aunque lo hayan jurado. Sus palabras no tienen valor… seguirán corrompiendo sus principios y la naturaleza justa de las leyes, lesionarán a su pueblo defendiendo como hienas sus propios intereses. Son comerciantes, actores, negociadores, empresarios, pero no patriotas.  

-H. G.