lunes, 25 de agosto de 2014

Eros




El erotismo empieza

tras nuestros ojos.

Piel ardiendo,

introducción dactilar

en el labio mojado de lascivia,

cadera, boca abierta,

ávida de carne.

 

Un fuego ventral

hay tras de mi abdomen

que nunca he podido contener.

Crece y no hallo lugar para clavarlo.

 

Este derrumbamiento

de la saliva y del cuerpo,

que succiona la humedad

de otro cuerpo

para desprenderse

de la innúmera semilla.

 

Al desnudo,

toda figura seduce,

incluso la arcana.

La fémina vianda

será pecado impostergable.

 

Jamás

encontraremos la negación

contra el voraz tirano.

Jamás nos podremos librar

de su virilidad y su vudú.

Jamás

eludiremos su poderoso encanto

por grotesco que parezca,

por simple y animal.

Entrar, salir, entrar, salir.

 

Un imperio

de carbonizado deseo

se reduce a un tedioso ir y venir,

olvidadizo, y por eso mismo,

apetecible.

 

Mujer,

no hay quien sea más venerable

sobre esta tierra de desperfectos.




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