viernes, 30 de mayo de 2025

EL ÁRBOL DE FUEGO

 

 

  

Para celebrar la primavera con vehemencia

y disipar los cirros en el aire,

he avivado la ráfaga fueguina

en cada lengua de la rama. 

A cambio, 

he recibido del dorso

de un maravilloso árbol de fuego

el perfume de una amante

en un sarcófago de ámbar

cubierto de lúbricas canciones.

Mujer,

¡cuánto mundo te he perdonado,

cuánto respiro terrestre

destilando su jugo en las esteras!

Para seguir exhalando en las cumbres

los rubores de la tarde

como guardian y fogonero,

como esos poetas y chacales 

que al diablo custodian 

para apaciguar su intensa llamarada.

Ese árbol de fuego 

que por las noches ha velado mi sueño

y por las mañanas yo el suyo

ha crecido en medio de la urbe,

adornando cementerios de concreto, 

tan mecánicos y estériles, 

como un termitero de carne. 

Al cobijo de un árbol de fuego, 

me vi bailar 

con ninfas y faunos

incitándolos a la prostitución. 

Una fiebre me arropaba

como una marea de luciérnagas 

a contra viento 

y una cimitarra que con su filo 

dividía el rojo y sus contornos. 


León, Guanajuato.