lunes, 27 de febrero de 2023

ÎLE-DE-FRANCE

 

Hemos anidado en ti

los cartógrafos aullantes

los que en destierro y en espasmos

danzamos con cangrejos

bajo gélidas estrellas.

Eres,

nuestra evocatriz de mármol

en quien buscamos la palabra antigua

como sedientos del consuelo.

Tus largos plumajes

de caliza a sotavento

caen sobre tus pétreos muslos

donde sostienes

a este aprendiz de lo imposible.

Todos te desean,

algunos como ramera de cine,

mientras otros

te queremos como musa.

París,

¿cuántos langskip vikingos?,

¿cuántas hachas sajonas y fusiles alemanes

habrán codiciado tu elegante salvajismo?

Venus de vidriosas aguas,

mi cisne enfermo de nostalgias,

corazón de todas las Galias

al norte de la Francia.

Islote navegante a solas,

mi lírida en topacios

de ambarino ensueño caminante.

 

Île-de-France,

las filosas lenguas de la pica

y las falanges bayonetas

intentaron devorar tu entraña monolita.

Saturada de fulgores

y de abriles cristalinos,

te deslizas en espejos de cian.

Con minucia y a detalle

redundantes cíclopes

te dedicaron fortalezas.

Te crecieron las espigas del futuro

entre hierros tubulares,

entre puentes

y silbantes nervaduras

izadas con glamour hacia los cielos.

 

Île-de-France,

en tus brazos espirales,

con turquesas en el Sena

nos inclinamos a beber

los desdichados

perdidos en vislumbres.

Por esos caminos

de leyendas empedradas,

en tus callejones de raudos amoríos

desperdigamos nuestra labia.

Los verdugos timbraron el cadalso

con ecos de otrora pálidos reyes

en Les Tuileries,

en La Concorde y en Versalles.

Cortaron la cadena de los reos en la Bastille.

Afilaron guillotinas seculares

entonando álgidas revueltas.

De ti, mujer etérea,

brota el canto de un pájaro nocturno

cuando marcha hacia la muerte.

Te mana un añejo aroma

de extravíos indescifrables.

En tu sacro corazón,

en tus torres y tu nombre,

los poetas encuentran sus hogueras

junto a adormecidas flores en relieve

y copiosos himnos agrietados.

Odas del pasado

que revives presurosa

cuando tejes porvenires.

Con delicia y con paciencia

maceraste lo inmortal

pintado en irrompible  porcelana.

 

Île-de-France, París,

te recuerdo como se recuerda

a la amante en el exilio,

con la vid entre los dientes,

y un destello en la botella;

con la virilidad

de mi pluma englobulada.

Te recuerdo,

con mis labios temblorosos

manchados de boreales ilusiones,

arrastrando mis cansados pies

desde el alba hasta el ocaso

en cada una de tus calles.

Explorando tus pequeñas aberturas

piedra bajo piedra

de palacios y murallas.

Te he palpado alegremente…

Los fuegos del invierno

inmersos en mi carne

aún persisten,

recordando la hermandad

de la ceniza con la nieve.

 

París,

me confiabas un secreto

por cada amanecer.

Atento te escuchaba y comprendías

mi mensaje ensimismado

al enviarme un gorrión entre listones,

como un pequeño niño ojialegre

hace mucho ya sin padres

a posarse junto a mis pies.

Me cobijaste tiernamente

con cada gramo de silencio adormecido.

Tus caricias las conservo,

tus maneras cortesanas

al tomarme de la mano

con la hoja siempreviva en tus jardines,

habitados por estatuas

y minúsculas criaturas.

 

Al subir tus catedrales

uno es viento, lluvia y hojarasca.

Es balastro incandescente

en las veredas de un altar arbóreo

del Buttes-Chaumont.

En Belleville conocí la dulzura de tu otoño

y tus mausoleos,

tus mercados multiaromas

de lácteos y cerezas.

Desde una buhardilla yo te contemplaba

con el gris de mis horas pasajeras

hasta ser acariciado por las moscas

en total arrobamiento.

Las aves eran flores con alas,

jugueteando en los hombros

de tenaces libertarios.

En sus mentes,

un enloquecido colibrí

zumbaba con mesura,

en cada libro abierto

de filósofo e ilustrado

conservados en humosas  bibliotecas.

 

A mí

me bautizó la nada en Saint Merri

una noche de versículos y enigmas,

con sus vientos guturales,

remojando mis oídos

en sonatas agridulces.

En suntuosos rosetones

las alabanzas recobraron su color.

Los vitrales medievales

me tatuaron las pupilas

de siervos, reinas y bufones.

Antes de que el polvo nos sepulte,

querida París,

y ya colmados por tanta noche,

dime sin titubeos,

¿a quién le debo esta eternidad

que surca por mi pecho?

 

Traducido al francés por Michel Cand

y publicado en Le Manoir des Poetes

el 23 de febrero del 2023