lunes, 28 de marzo de 2022

Huitzilin

Zumba el colibrí 

con su diáfano aleteo 

suspendido, fugaz, etéreo. 

En la tersa flor su iris diminuto

con el mundo se extasía. 

Bajo el disco solar

Huitzilin viste de topacios, 

verdes, metálicos rubíes.

Sus plumitas enloquecen

al efervescer su corazón

de una dicha atemporal. 

Apenas una brasa, 

un inquieto parpadeo

y la vida le retumba. 


Chupamirto alegre 

ancestro furioso

que gustaba de tostar la piel 

del hombre nómada. 

Zumba el colibrí

y evoca la guerra 

batiendo sus brazos

de polvo y de aire. 

Mensajero crístico

que al titilar la seda 

una araña se sonroja. 

A mil doscientas veces por minuto 

tamborilea su pequeño corazón. 

Los nómadas de Aztlán

en aquellos días de lluvia 

fueron guiados 

por la minúscula deidad

y su pequeña lanza 

para robar la miel de las flores. 

Nórdico o suriano

el monstruoso mundo no te aterra. 

Huitzilin 

y los hijos de Huitzilopochtli 

fueron llevados ante el águila 

y ante la serpiente 

justo cuando florecía

el rojo fruto del nopal.

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