jueves, 30 de julio de 2020

AL FRÍVOLO LATIDO

A tu pose estoy atento,

a la maquillada imagen

en cinco pulgadas de leds.

Al meñique de sangre azul

para abotagar las vanidades.

Sigo tu burda sonrisa,

la pretensión ociosa de tus labios

que esconden el esqueleto de la Hidra

en una foto truculenta.

Labios que muestran su tersura soporosa

su descarnamiento

en los minutos y las horas

reventadas en la pantalla.

Porque idolatramos las apariencias,

el músculo ceroso con la zapatilla limpia

cobijada por unas medias rotas,

o la barba repleta de ácaros

demarcando su tenue territorio.

El labial escurriendo

bajo los roseabundos colores

de tu postiza cabellera.

Adoramos esta época siniestra.

La idolatramos más que nunca,

ansiamos ser reverenciados.

Entre más pulida esté

la caricatura infame de nuestra imagen

reviramos diariamente ante el espejo.

Nos sentimos reyes y doncellas

pero en vez de reinos hay basureros,

castillos sustitutos, termiteros de estiércol;

no de cartas, sino de plásticos raídos.

Recorremos

la alfombra de la podredumbre interna.

Nos miran, se llevan la mano a la boca,

abren más sus ojos, cuchichean.

Nos miran en la pulcra pasarela,

pero son otros cadáveres que miran

y que aplauden.

Es hermoso este mundo decadente.

Frívolo y fantástico,

justo a nuestra imagen hecho.