Con el humor de una vela
que se eleva
sobre el estatismo cotidiano
bajo el sórdido clamor de algunas bestias,
se congregaron en el cielo
los suspiros
para endulzarle los labios a la nube.
Tan gris de tantas penas
tan liviana muchedumbre.
A veces, no le veo sentido
a los milagros de las aves,
al cascarón musgoso,
féretro espiral de caracoles.
No le encuentro sentido
a las demasiadas bocas estruendosas,
a sus deleznables ambiciones.
Entonces vuelvo
a consultar la sabiduría arbórea,
en medio de un claro, rodeado
de verdes que rehúyen
al color de las pantallas.
Me inclino a descubrir la redondez
en el sombrero de una trufa.
Carpe diem, sugerían
los estoicos,
carpe diem por cada
día aprovechado,
pero aprovechado en lo pequeño
de los detalles que se arrumban
en un entorno cotidiano.
-Hans Giébe,
Tizayuca, Hidalgo.
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