jueves, 11 de septiembre de 2025

NARCISO

 


Narciso, 

¿y qué si te despojan 

de tu cuerpo, de tu nombre? 

Quedaría un verso tiritando de frío, 

cierta paz antes de consumarse el polvo,

la redención del absoluto

con sus cardúmenes de peces 

siendo arrastrados al naufragio.  

Narciso, 

qué hermoso, qué cisne, 

tu propio beso te hiere,

pero aquí nadie te habrá de juzgar, 

porque todos 

se ahogan en su propio estanque.  

Siempre has visto al mundo 

por debajo de tus hombros,

joven de los nardos blancos

y autocoronado efebo.

Resististe la provocación 

de toda ninfa que en su vientre 

tu semilla quiso conservar.

Disipaste ese anhelo de labios 

acallando al aire entre los dientes

y rehuiste 

al cadáver de un centauro, 

que flotaba a la par de otros seres 

queriendo chupar 

la menudez de tus tejidos 

con lo funesto de su hocico. 

No has podido sustraerte del husmo

por más nácar que te untes 

desde el artificio,

pues aquí pululan el hongo, 

la bestia y el salitre. 

En ese íntimo lago,

esbozaste una sombra para ti mismo

sobre la vibrante mica  

revitalizada por el voltio.

La nervadura del litio te subyuga 

con su mangana de horas muertas

y una ilusión clavada en la arena. 

Ya no hay estados de clarividencia 

ni paseos por los bosques

con tu cuadriga de pegasos.

Narciso, 

quizá mi generación se vaya

junto con la esfera rota 

donde tu reflejo se mecía, 

y nuestros calmos manantiales,

se sequen,

pero al menos contemplamos 

la desnudez de la luna plena

al disipar las turbias aguas del elogio.

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