Si
me niegas tus palabras
no
podré recorrer el mundo,
pues
en mí germinará tu ausencia.
Te
llamo.
Sabes
que te adoro
como
quien venera al sol
después
de haber vivido en la caverna.
Nada
en este mundo es para mí
si
tus labios lejos besan
otros
labios.
En
la lejanía,
una
vez olvidado mi acento,
mielera
caricia al pronunciar
tu
nombre.
Maldigo
al mundo,
maldigo
al impostor que se interpone
y
maldigo ese amor despiadado.
¿Por
qué amamos? ¿Por qué?
Si
pudiera extirpar mi corazón
y
tirarlo en la bahía,
si
pudiera entregarme por la madrugada
a
la seducción de una estrella perdida…
Me
hiere no saber de ti,
me
hiere que me niegues
la
mínima señal, el discreto signo.
Si
quisieras amar comprenderías
que
me hieres de muerte
cada
vez que me abandonas.
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