Mi
hogar está muy cerca de un volcán enfurecido.
Su
magma se contiene como gránulo de fuego
y
un silencio extraño recorre sus arterias,
brasas
rojas arden si lo veo.
Su
nombre antiguo y moderno es Tecajete.
Las
mañanas lo visten de nubosos linos,
lo
atavían de blancos espectrales
e
híbridos torrentes etéreos.
¿Habrá
relación entre volcán y hombre?
¿Será
que adoptamos
el
carácter recio del tezontle?
Más
vivo que la carne tejida burdamente,
más
vivo que el sol resplandeciente.
Rugimos,
coléricos rugimos,
la
antigüedad de las palabras,
pues
en su interior habita el fuego
y
en mi interior la flama hierve.
* * *
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