domingo, 7 de enero de 2024

DE VANADIO

 


            A mi hermano Michel, el oráculo 


Entre el vapor y la memoria

me dijiste que no olvidara

cuando me bañaba en los pasillos

de aquella casa amarilla bajo el zapote,

donde había un jabón rosado

con su cuadratura fugaz,

después de jugar con el barro

en el riachuelo de la calle.

Que sería poeta

y que mis versos serían aguijones.

Que debía sumergirme

en la ebullición de las aguas

y los manantiales para sanarme.

Que mi color sería el rojo

como el vanadio latiente y el ocaso.

Que al sustraerme de la realidad

estarías allí para traerme.

Que no regalara mis estrofas

ni arrojara perlas al lodazal de los otros. 

Que alguien más vendría tras de mí

para reemplazar los horizontes.


miércoles, 13 de diciembre de 2023

ELIXIR ES LA MÚSICA (silva)

 

                   A Pablo Sánchez, gurú del jazz


Elixir es la música,

un diente de ajo tostado por cena

y una canción sobre la mesa bastan

para un cigarro consumido en sí.

Coltrane, Sanders y Miles

trompeta y brioso sax  

que su dolor gustoso los digita

al dulce sorbo del mezcal ahumado

entre vasos en vela consumados

en crucecitas de acidez variada,

cuya transparencia vitral del ojo

rumor de palabra es.

Se arrastra en pergaminos y papeles.

de corcheas y claves anodinas

que expanden con su rima

terrazas alumbradas.

Lianas de neón en esas ventanas.

Lianas son, floripondios en racimos

abajo en mi almohada

que habrán de apaciguar el griterío

de una urbe ennegrecida.

Suicidas grises, en andenes van.

Suicidas negros en vagones vienen.

Dorados candelabros y el voltaje,

es un desvanecedero aquel viaje

en la valva que el gran gusano aplasta.

Mi único exceso ha sido

dejar que me posea bien la noche,

con toda su vehemencia

y toda su manía.

Además de su causal poesía,

el rayo curvo que chispea adentro

y apenas acaricia el manso viento

prensado en el metal.

A algunos los calcina 

mas a otros los eleva,

para degustar esas notas grises

de indómito magneto,

que acaso sea ungüento,

de música y consuelo

para aliviar al sol que llevo dentro

agusanado y triste

uno a uno entre mis huesos.


jueves, 9 de noviembre de 2023

AMECAMECA (silva)

       
               Detalle de un mural en la "Perulera", Tacuba, CDMX


Tan fruto y tan carne eres

que tanto habré de degustarte a solas.

Mujer que te embelleces

a cada paso dado sobre arena,

abstraída en ti, inmersa y tan cautiva,

dueña eres de la tierra

del tiempo roto en el curvado péndulo.

Te veo en esos antros,

en los tianguis y aceras,

Te veo en Venecia o en Amecameca,

en París o en Noruega,

de tez mediterránea te anhelo,

culminada a párpado bronceado

de pálidos embrujos y perfumes,

te veo en mis húmedas almohadas.

Me cautivas hondo y hondo me consumes

con la malla del liguero y el encaje

que enredas y que ajustas

a las nocturnas redes de tus piernas

o al mousse crepuscular de tu cabello.

Hembra mía, radiante,

hechicera ojidulce,

dadora de caricias terciopelo

en negación a tus prístinas uñas.

Abrevaré de tu cauce en la punta

y calidez del seno.

Mujer mía, es verdad,

que todos esos cisnes

se parecen demasiado a los ángeles

y verdad que soy yo

lo más cerca y semejante a los cisnes,

pues nuestra filiación

es por un hilo de luz en picada

al fondo del océano,

con seres condenados

al oscuro ritual de su descenso.

Fémina de atunados labios, dama,

rajada vulva que ama

al respiro leve, al compás inverbe

al tacto de mis sueños.

Empieza a clarear esta mañana

y te veo a mi lado.

Cambié para ti diez gotas de sangre

por una sola de semilla láctea

que ofrecí solemne sobre tu espalda.

Recogimiento en flor,

el ideal y el eros

de nuestra carne conjurada en carne.

Lo único que yo he podido tomar

de vetustos y agrestes callejones,

es esta sombra que arrastran mis pasos

bajo épicos balcones.

Mujer, ya no regreses,

deja la memoria serena, intacta

pues tienes mi bufanda

y un par de alunadas noches en velo.

Recordarás esta verdad por siempre:

todo corazón nace ya ocupado

por el constante anhelo

de amar o ser amado.


jueves, 19 de octubre de 2023

NUBE

Transitan los segundos

con su realidad exuberante,

palpitar efervescente

de un naranja anochecido.

Al evaporarse

los sinuosos cuerpos de la nube

me revelan su azaroso cisma:

Saber que del mundo es

la mayor desgracia

el proclamado amor,

por sumirnos

en letargo inmemorable.

¿De qué extraña sustancia

está hecho el amor?

Perpetua búsqueda,

desdicha inmarcesible.

¿Quién eres para provocar

a este frágil cuerpo

incitándolo a la llama?

Si antes de ti fui quietud

que te respondió sumiso,

casi vencido.

Ahora vienes a mí

en este ocaso,

siempre altivo

con tu vivo rostro

de sensual locura.


miércoles, 11 de octubre de 2023

TETRASÍLABO

Los pequeños

alaridos

diminutos

mis aullidos,

un placer

destajado

por el filo

del olvido

y la ausencia

de mi yo.

 

Del silencio

del abismo

los gemidos

de la noche

en los nidos

de los búhos

y sus lechos

ya vacíos

por el paso

del dolor.

 

Vaticinios

de mi suerte

las lechuzas

que retozan

 ya cansadas

ya furiosas

ante el sueño

de la muerte.


viernes, 29 de septiembre de 2023

IMPERCEPTIBLE

Amar calladamente

como lo hacen las flores,

guardando su perfume

primigenio

que sólo perciben

los amantes.

Me miras

desde tu blando capullo

al rozar

mi ferviente dedo

el rincón donde gotea la noche

y alumbra tus dones

con aromas lácteos.


viernes, 11 de agosto de 2023

EL BALIDO DE LOS DIURNOS

 

 A Roberto López Moreno, el laconista         

           mayor, con amistad sempiterna.  


Puedo más por lo que callo 

que por lo que digo, 

porque soy un hombre de humo

un hombre empostado en la ceniza 

dotado de grises dominantes

que espolean el sarro 

entre las uñas.

Grises que rasgan 

las innúmeras caretas

y sus aletargados guiños,

cuya tolvanera de nombres

se diluyen en el anonimato.

Pero escuchemos.

Hay un gemido fluorescente

en las auroras,

un dolor que encalla 

trás el roto párpado 

de toda consumada arena. 

Roberto, tú conociste 

al cisne de los diurnos,

al prodigio del verbo citadino 

que ahora descansa en San Isidro.

Reposa solemne  

en esa pequeña tumba, 

lo sabes, 

tumba en la que sólo cabía

el cuerpo de un niño 

allá en Azcapotzalco.

Mas la grandeza no es de cuerpos

porque si de ello se tratara 

la danzante llamarada 

no sería sinónimo del fuego,

pues la poesía 

ha recostado en su regazo

únicamente a los puros 

y a los desahuciados. 

La obsidiana que en punta penetró 

su curvado cuello de mármol 

también se quebró 

de tanta libación y sacrificio. 

¿No fue acaso

enemigo suficiente el hambre?

¿No fue suficiente 

el sol en sus espaldas? 

Lengua de infinitas sequedades

que afiló su labia

en todo lugar que iba,

el poeta diurno y troquelado,

se ataviaba con la piel del viento.  

Estuviste en la morada

donde la paz venció a la guerra

y el trocar de su lengua 

se decantaba en máxima belleza,

sólo disponible,

para menesterosos y olvidados. 

Recuerda, maestro del Ábrara que,

cuando el cisne de los diurnos se marchó

hubo señales crísticas

y este mundo no había retumbado tanto 

como aquella tarde 

en la cúspide del Gólgota,

ni con tanta virulencia

al haber constatado 

la ausencia del crepúsculo 

en los pulmones del poeta

Juan Bautista Villaseca,

quien escuchó el balido de la muerte 

que también píaba con mesura 

antes de reclamar 

lo que ha nacido suyo. 

Esa mirada se tornó al vacío 

y le fue construyendo barrotes de seda,

crisálidas de once varas

con finísimos hilos

para no percibir el contacto

del común sentido. 

Deambulaba encorvado 

en la mocedad de sus minutos,

pegado a su bóveda labial, 

el encumbrado verbo,

que llevaba una herida

demasiado abierta al rojo vivo 

que parecía no querer sanar

sino abrirse mucho más. 

¿Logró acaso con con sus versos 

consolar al Hijo del Hombre?

¿Le habrá donado la sandalia rota 

que calza el pie del indigente?

¡Que la tierra insista en retumbar

cada vez que nos deje huérfanos de luz!

¡Que la tierra se derrumbe 

y que llore nuevamente!

Que venga la tormenta 

con su espuma

y las ámpulas de su boca   

con intenso vendaval. 

No importa

que las llagas de la tierra

escarifiquen con sueños 

nuestra piel.

No entristezcamos

pues se quedará entre los mitos 

la sensualidad de una muerte prematura

y beberemos todo su bidón 

de agua lustral

atrás de los sepulcros.

Obedeceremos los verbales designios 

cuando los dejá vùs 

se agolpen en las sienes. 

Porque sólo un hueco bastará

y un puñado de amistades 

en la justa entrada de lo inmenso,

pues los poetas siguen siendo niños 

jugueteando con sus versos,

con toda su esencia  

y con toda su rabia  

contenida en su inocente corazón.