Aún
sostengo
una
leve afición por el vacío
y
el té de menta.
Mientras
ejerzo la escritura,
arrastro
toda letra
de
atrás hacia adelante,
y
las musito tiernamente.
Gotea
mi pluma
aromas
lácteos y terrosos
bajo
la almohada.
La
vigorosa tinta yo expulso
de
mi cálamo punzante
y
el almizcle de mi verbo.
Ascua
de carne
humedad
galvanizada.
Una
glándula en su valva
respirando
hondo, inabarcable.
Prístino
es mi trance
con
la palabra diurna.
Un
amanecer entrecortado
bajo
la luz naciente.
Ambivalencia
creciente
en
el diámetro modesto
de
la pupila que arde.
Avanzar
es un ir hacia el origen.
Escribir
es un espejo,
Una
vuelta, es un eco
de
la voz desparpajada
en
inhóspitas blancuras.
Leerse
a uno mismo
es
un ir hacia las sombras.