Frida Khalo:
Inmensidad de una pasión
“Mi
pintura lleva el mensaje del dolor”, dice Frida, como sintetizando la
esencia de su quehacer creativo. Pero
muy pocos artistas son ellos mismos la obra en sí; pocos artistas viven en las
inmediaciones de una efervescencia desbordante de color y aroma que logran
plasmar en su breve lapso por la vida. La quintaesencia y el motivo de sus
obras, a mi parecer, no es una cuestión de origen, sino de destino. Las pinturas
de la primera mujer que ha alcanzado el rango y la admiración en el círculo de
la élite de la plástica del siglo XX, me parecen el intento de un artista por
descifrar las últimas consecuencias de ese eterno vínculo sensible que tenemos
frente al mundo, y, generalmente, en una relación de placer/dolor con todos sus
aspectos.
Fue en Europa cuando tuve un encuentro no
casual con una fotografía de Frida Khalo en una biblioteca diseñada por el
talentoso arquitecto Jo Coenen. Había aquel otoño una exposición fotográfica
que protagonizaban Frida y Diego. Se encontraban sistemáticamente ordenadas
varias imágenes donde aparecía la pareja indisociable de la plástica mexicana
del siglo XX junto a personajes como León Trotsky.
Tuve un sentimiento de extrañeza. Yo, que
pasaba gustoso gran parte del día en la Bibliotheek
der Nederlands (OBA), estaba presenciando una colección de paisajes y
senderos coterráneos, con su característica flora semidesértica en la que
crecí. Yo, en un clima agreste y sombrío de la Europa del Norte, tenía por
primera vez, luego de un par de años, un ligero sentimiento de nostalgia. Y
esto a partir de una fotografía de Frida, que hasta ese momento me había
parecido tan sólo una mujer elevada a símbolo mundial del feminismo, y, si se
puede incluir, de la bisexualidad. Había persistido su imagen andrógina y
sobrenatural en mi inconsciente. Pero fue a partir de esa pose en la que se
encontraba sentada luciendo un vestido largo y de color negro, con el rostro
ligeramente girando a la cámara y las manos entrelazadas en una contemplación
hacia el futuro y hacia el ocioso espectador, cuando me percaté que no había apreciado justamente la extravagante belleza
de esta artista que revolucionó el arte del pincel y el caballete de toda una
era.
A Frida se le ha conocido
internacionalmente como una talentosa pintora, quizá la primera, que ha
sobrevivido a los embates más furiosos de la vida. Elogiada por leyendas como
Marcel Duchamp, Picasso o André Breton, y mostrados sus cuadros en exposiciones
en ciudades como Paris, Nueva York y México. Incluso, su nombre ha sido más
relevante que el de su doblemente esposo, colega e inspiración: Diego Rivera.
Fuera de México, a Diego se le conoce como el “esposo” de Frida. Siendo que su
gigantesca labor artística es casi insuperable hasta nuestros días. Él abarcó
prácticamente todas las técnicas académicas y del muralismo. Agotó los medios
pictóricos como instrumentos de sublimación social e ideológica. En México, ha
sido a la inversa, por lo menos hasta hace un par de décadas: Frida era la singular
esposa de Diego.
Su nombre completo era Magdalena del
Carmen Frida Kahlo Calderón (Coyoacán, 6 de julio de 1907- Coyoacán, 13 de
julio de 1954); se sometió a 32 operaciones quirúrgicas debido a que el 17 de
septiembre de 1925 sufrió un grave accidente cuando el autobús en que ella
viajaba fue impactado por un tranvía. Su columna vertebral quedó fracturada en
tres partes, sufriendo además fracturas en dos costillas, en la clavícula y
tres en el hueso púbico. Su pierna derecha se fracturó en once partes, su pie
derecho se dislocó, su hombro izquierdo se descoyuntó y un pasamanos la
atravesó desde la cadera izquierda hasta salir por la vagina. Frida comentó que
había sido esta la forma brutal en la que perdió su virginidad. Fue autora de
unas 200 obras, en su mayoría autorretratos.
La
relación entre obra y autor quedaría reflejado de manera definitiva en las
siguientes palabras de nuestra gloriosa universal, Frida Khalo:
“La
pintura ha llenado mi vida. He perdido tres hijos y otra serie de cosas que
hubiesen podido llenar mi horrible vida. La pintura lo ha sustituido todo.”
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