Monday, 7 April 2014

Movimiento Laconista



Movimiento Laconista

(Breve Prólogo)



“En el principio no fue el verbo…”
Había un cosmos enclaustrado, melodiosas noches deambulando por la eternidad en ínfimas gotas de éter concebidas en el vientre mismo de la nada. Por una diminuta grieta se fugó el tiempo, de esa roca ovoide donde estaba comprimido todo lo visible, todo lo tangible. Inmóvil estaba el movimiento. Y eclosionó de pronto, rasgando el duro cascarón de la materia.
En la primera infinitésima de segundo, cada voz y sombra más allá del fuego, auguraba las vidas postreras, y cada tridimensional forma estaba dispuesta a respirar como insecto o como estrella. En aquel murmullo primigenio habitaba un solo verbo tembloroso que era apenas un aroma, pero jamás signo, una melodía sin notas como fiel paisaje de la ausencia. La gran explosión desató los génesis y las revelaciones. Billones de fragmentos perfumados con vocablos colonizaron el espacio e inocularon los mundos con esencia. Cada criatura, desde su tenue fragilidad, intentaba describir con un gemido la belleza del primer instante. Pero ninguna lo pudo lograr.
Hasta la llegada del hombre, que con su aliento cristalino pudo entrelazar las transparencias con objetos. Con sus manos se construyó sutiles artefactos para capturar sus pensamientos y dar vida a sus imaginaciones. Del saco amniótico de la oscuridad extrajo la palabra y aprendió a sacar luz de su propio abismo. El ronronear de las horas lo dejó escurrir sobre una tablilla de arcilla, hecha del mismo material que su rostro. Utilizó la semielipse de sus uñas y la entintada pluma de esplendorosas aves para inventar sus múltiples lenguajes.
Desde entonces, el hombre surca las inaprensibles distancias del ensueño, y con menos de una veintena de palabras, un día logró decir:
“En el principio no fuel el verbo…  sino el silencio.”


                       -Hans Giébe, México 2014.


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